Por: Mister Empresa
Os hablamos hace tiempo de las funciones de la dirección empresarial. Una de ellas es la planificación, el ejercicio a través del cuál definimos los objetivos de la empresa y trazamos las estrategias y los recursos necesarios para alcanzarlos.
Pero la tarea de planificar no se reduce simplemente a eso. De poco servirá ese ejercicio si no somos capaces de llevar a la práctica esa estrategia y que ésta ofrezca los resultados esperados. Eso se lleva a cabo en la planificación estratégica, comercial, financiera, presupuestaria o en cualquier otro aspecto empresarial Por eso lo que debemos tener claro es que el proceso completo debe incluir el planificar, ejecutar, medir y correjir.
Ya hemos hablado de ella. La planificación es la tarea por la cuál definimos la manera que emplearemos para lograr los objetivos.
Si queremos llegar a un destino debemos trazar la ruta a seguir, qué caminos debemos emplear para llegar y el resto de cosas que necesitamos para realizar el viaje (medios de locomoción, tiempo que emplearemos, la ropa necesaria, la alimentación, …)
Básicamente la planificación consiste en eso, en, partiendo de la situación actual y de lo que queremos lograr, trazar el modo de unir un punto y el otro y los recursos necesarios para ello.
La planificación es un proceso eminentemente teórico, pero es su aplicación práctica la que debe importarnos. La ejecución de esa planificación, la puesta en práctica de las acciones definidas en esa fase teórica es la que debe ayudarnos a lograr esos objetivos.
Es lógico pensar que la ejecución debe hacerse de la manera más próxima a la planificación que sea posible. De poco servirá el esfuerzo realizado anteriormente si una vez que nos ponemos en marcha no respetamos el plan trazado.
Una vez que hemos trazado el plan y hemos puesto en práctica las acciones necesarias para su cumplimiento debemos medir los resultados obtenidos. La única manera de saber si hemos acertado es precisamente comprobando que los efectos han sido los esperados.
Debemos plantearnos previamente cómo medir esos resultados y no esperar al final del proceso para comprobarlo. Habrá que establecer una serie de puntos intermedios que, a modo de evaluación, sirva de sistema de control durante el procedimiento.
Una vez que hemos trazado la planificación, la hemos puesto en práctica y hemos medido el impacto de esas acciones para lograr los objetivos, debemos realizar las correcciones necesarias.
Hay que partir de la base de que es casi imposible que la planificación sea perfecta en el primer intento, que todas las decisiones sean las correctas y que su puesta en práctica sea perfecta. Por eso, al realizar la medición es más que probable que encontremos desviaciones en los resultados sobre lo que se esperaba.
Entonces llega el momento de comprobar esas desviaciones, analizarla y corregirlas, lo que da lugar a una nueva planificación y el comienzo, de nuevo, del proceso.
Os hablamos hace tiempo de las funciones de la dirección empresarial. Una de ellas es la planificación, el ejercicio a través del cuál definimos los objetivos de la empresa y trazamos las estrategias y los recursos necesarios para alcanzarlos.
Pero la tarea de planificar no se reduce simplemente a eso. De poco servirá ese ejercicio si no somos capaces de llevar a la práctica esa estrategia y que ésta ofrezca los resultados esperados. Eso se lleva a cabo en la planificación estratégica, comercial, financiera, presupuestaria o en cualquier otro aspecto empresarial Por eso lo que debemos tener claro es que el proceso completo debe incluir el planificar, ejecutar, medir y correjir.
La planificación
Ya hemos hablado de ella. La planificación es la tarea por la cuál definimos la manera que emplearemos para lograr los objetivos.
Si queremos llegar a un destino debemos trazar la ruta a seguir, qué caminos debemos emplear para llegar y el resto de cosas que necesitamos para realizar el viaje (medios de locomoción, tiempo que emplearemos, la ropa necesaria, la alimentación, …)
Básicamente la planificación consiste en eso, en, partiendo de la situación actual y de lo que queremos lograr, trazar el modo de unir un punto y el otro y los recursos necesarios para ello.
La ejecución
La planificación es un proceso eminentemente teórico, pero es su aplicación práctica la que debe importarnos. La ejecución de esa planificación, la puesta en práctica de las acciones definidas en esa fase teórica es la que debe ayudarnos a lograr esos objetivos.
Es lógico pensar que la ejecución debe hacerse de la manera más próxima a la planificación que sea posible. De poco servirá el esfuerzo realizado anteriormente si una vez que nos ponemos en marcha no respetamos el plan trazado.
Medir el impacto de esas acciones
Una vez que hemos trazado el plan y hemos puesto en práctica las acciones necesarias para su cumplimiento debemos medir los resultados obtenidos. La única manera de saber si hemos acertado es precisamente comprobando que los efectos han sido los esperados.
Debemos plantearnos previamente cómo medir esos resultados y no esperar al final del proceso para comprobarlo. Habrá que establecer una serie de puntos intermedios que, a modo de evaluación, sirva de sistema de control durante el procedimiento.
La hora de corregir
Una vez que hemos trazado la planificación, la hemos puesto en práctica y hemos medido el impacto de esas acciones para lograr los objetivos, debemos realizar las correcciones necesarias.
Hay que partir de la base de que es casi imposible que la planificación sea perfecta en el primer intento, que todas las decisiones sean las correctas y que su puesta en práctica sea perfecta. Por eso, al realizar la medición es más que probable que encontremos desviaciones en los resultados sobre lo que se esperaba.
Entonces llega el momento de comprobar esas desviaciones, analizarla y corregirlas, lo que da lugar a una nueva planificación y el comienzo, de nuevo, del proceso.
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