martes, 23 de junio de 2015

La efectividad personal es un camino

Por: Jerónimo Sánchez

In the Middle of Nowhere

En no pocas ocasiones, especialmente cuando hablo con gente que apenas está empezando, me doy cuenta de cuántas ilusiones ponemos en esto de la productividad personal, o como prefiero llamarla, efectividad personal. Casi siempre, motivados por una situación límite de estrés o por la sensación de total falta de control, empezamos a buscar una manera de salir del agujero. Finalmente, damos con un blog o un libro que parece tener la solución, nos subimos las mangas de la camisa y ponemos manos a la obra. Claro, enseguida nos damos cuenta de que la cosa no es tan fácil. Pero bueno, el premio merece la pena, ¿no?

Muy a menudo recibo correos de lectores que me comparten sus historias personales, contándome el esfuerzo y empeño que ponen por mejorar su productividad todos los días. Y casi siempre terminan preguntándome: “si me esfuerzo y pongo en práctica todo lo que explicas en el blog y en tu libro, ¿cuánto tiempo crees que tardaré en ser una persona productiva?”. En esos momentos me acuerdo de mis comienzos, siento una oleada de empatía que me hace ser consciente de cuánto trabajo me queda aún por hacer como formador y divulgador.

Como otras muchas habilidades, la efectividad personal se puede aprender, no es un don con el que naces, y dependiendo del nivel de compromiso que apliques durante el aprendizaje, puedes alcanzar diferentes niveles de maestría. Sin embargo, medir la efectividad personal no es algo sencillo, y en todo caso no existe un mecanismo universalmente aceptado que nos permita comparar de manera objetiva la efectividad de dos individuos dados. Si lo hubiera, quizá podría tener sentido plantearse la meta de alcanzar uno u otro nivel. En cualquier caso, difícilmente puede decirse que alguien ha alcanzado la meta de ser una persona efectiva, al menos no de la misma manera que podemos decir que un atleta ha conseguido ganar una carrera. Una carrera se gana o no se gana; la efectividad personal siempre se tiene, aunque cada individuo la tiene en distinto grado.

Dicho de otro modo, cuando hablamos de efectividad personal debemos tener claro que uno siempre puede ir más allá. Da igual cuántos años lleves dedicado a practicar las técnicas o a probar nuevas herramientas, o cuánto hayas leído o creas saber al respecto. Siempre puedes mejorar tus hábitos. Lo que sucede es que, con el tiempo, las buenas prácticas —aquellas que superan la prueba de la experiencia en campo—, se van interiorizando cada vez más, transformándonos poco a poco y dándonos esa sensación de ser cada día mejores.

Empezar a ser efectivos significa iniciar un camino de mejora continua, en el que debemos estar dispuestos a trabajar en un estado de beta permanente. Como intenté explicar hace un tiempo con la pirámide de la productividad personal, hay muchas maneras de iniciar ese camino, todas válidas y con un impacto positivo en tu efectividad.

A partir de ahí, cada uno es libre de tomar el camino que prefiera, aunque definitivamente el camino elegido influirá de manera muy diferente en la calidad y el impacto de los resultados que se consigan. Esa es precisamente, y dicho sea de paso, la razón de mi empeño por difundir los principios productivos que subyacen detrás de la metodología GTD: ayudar a las personas a generar el mayor impacto en su efectividad personal en el menor tiempo posible.

Por tanto, la pregunta correcta no es cuánto tiempo tardarás en ser una persona efectiva, sino si realmente estás dispuesto a iniciar un camino que durará toda tu vida, dejando que la efectividad personal se vuelva una forma de ser, de vivir y relacionarte con las personas que te rodean. No importa cuánto tiempo lleves en esto, serás una persona efectiva desde el mismo momento en que te comprometas a serlo, y dejarás de serlo cuando te rindas y renuncies a ser cada vez un mejor tú.


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