miércoles, 8 de enero de 2014

La improductividad de los periodos a medias tintas

Por: Iago Fraga

improductividad, periodos


Seguro que te ha pasado más de una vez el encontrarte implicado en una situación cuyo futuro es incierto. De hecho, el fenómeno del que tengo ganas de hablarte es tan genérico que me costaría creer que no tengas una larga lista de ejemplos similares en mente.


Pero para salir cuanto antes de lo abstracto y entrar en situaciones y que puedas reconocer exactamente el tipo de situación de la que hablo, tomemos un ejemplo.


Imagínate (si es que hace falta) que eres una persona muy implicada en tu trabajo. Pongamos además por caso, que no sólo tu empresa va bien, sino que además tienes muy buena relación con tu jefa y ésta reconoce tu trabajo.


Tu trabajo produce mejoras notables, haces horas extra y la actividad que realizas hace avanzar a la empresa. Estás claramente en una situación muy favorable.


La sombra amenazadora


Un buen día entra tu jefe por la puerta y organiza una reunión de equipo. Hay noticias importantes.


Os sienta a todos en una mesa redonda y os explica que la empresa se va a fusionar de igual a igual con otra. Los equipos van a reestructurarse y mezclarse. La empresa crecerá, habrá mejoras y puede que se lleven a tu jefa a otro equipo.


Pequeño detalle: aunque te lo anuncian hoy, la fusión se hará efectiva en 6 meses.


Determinación aplacada


¿ Qué pasa ahora? ¿En tu opinión cómo sigue la historia?


Yo me imagino algo así : el barco que iba viento en popa a toda vela, empieza a zozobrar.


El primer día a lo mejor sales de la sala de reuniones con el mismo ímpetu y energía, te quedas a hacer 2 horas extra y cuando pulsas en enviar el último email de la jornada tu cabeza descansa… al menos, del trabajo.


Es en ése momento cuando empieza a entrar una lógica un tanto corrosiva. Empiezas por preguntarte la pertinencia de lo que acabas de hacer y de un par de las cosas que tienes para mañana.


A tus tareas simples, le brotan condiciones. Todo lo que tenías en mente que extienda mínimamente en el tiempo requiere ahora confirmación. Nada que se parezca mínimamente a una inversión de esfuerzo tiene sentido sin la validación de tu jefa. Y aún cuando le preguntas, te puede caer un “ya veremos” de lo más atascante.


Espiral de degradación


Un mes después te encuentras en un laberinto de espinos. Casi parecen pan comido las pocas tareas que tienen la ventaja de que estás seguro que hay que hacerlas: “nos fusionemos como nos fusionemos, a los clientes que tenemos hay que seguir tratándolos bien”.


Pero el que anda entre espinos acaba por pincharse y a ti cada vez te queda menos margen de maniobra. Te han puesto como objetivo aumentar los clientes pero no das sacado ni el primero. ¿En que tipo de clientes me especializo? ¿Qué les respondo cuando me preguntan si les daremos soporte técnico? ¿Con qué recursos cuento?


Renuncias a los clientes grandes porque si te piden algo demasiado extenso pasarás por un payaso al decir que no puedes. Renuncias a las masas de micro-clientes porque para ellos necesitas cambiar la oferta y no puedes invertir (ni en eso ni en nada). Y en definitiva renuncias a todo el que no venga a llamar a la puerta de tu empresa y responda exactamente a lo que podías hacer hace un mes y puedes garantizar para los próximos 5.


Un estado permanente


Lo realmente complejo de esta situación, como decía al principio, es que es demasiado genérica y la vivimos continuamente. No te hagas ilusiones, este estado no se acaba, en cuanto se acaba una fusión, empieza a tramarse la siguiente.


Si es un estado permanente hay que reaccionar en consecuencia. Del mismo modo que el comercial del ejemplo no puede decidir cómo abordará a sus clientes mientras no sepa lo que puede ofrecer, tú no puedes actuar hasta que no definas muchas cosas.


No se trata de aprovechar todas las situaciones, sino de avanzar. Y he de decir que somos especialistas hoy en día en perdernos en una ambiciosa lluvia de oportunidades porque no sabemos renunciar a cosas pequeñas. Bloqueamos la compra de unos pantalones hasta las rebajas, aparcamos nuestro objetivo de salir a correr porque caen 4 gotas y esperamos, esperamos y esperamos a definir lo que queremos hasta el día en que nos toque la lotería (aparentemente el único día que valdrá la pena hacerlo).


Si hay un mensaje que quiero hacerte llegar hoy es que te pasas la vida de periodos de tres meses, cuatro meses, dos semanas y doce días (o de cualquier otra duración). En el primero esperas a que te hagan fijo y en el último pospones cosas hasta jubilarte. En otro te frenará un dolor de tobillo y en otro no harás nada especial porque sólo vienes para a esta ciudad para tres meses.


Da igual que se esté hundiendo el Titanic, que si aún no estás bajo el agua, es un momento tan bueno como otro para darle una caladita al cigarrillo.




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Tecnicas de Organizacion

De Iago Fraga en Técnicas de Organización





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