viernes, 20 de abril de 2018

Usar listas es distinto de usar GTD®

Por: José Miguel Bolívar

Al igual que el post de la semana pasada sobre la diferencia entre ignorar con comodidad o ignorar con seguridad, este post también está inspirado en la entrevista que hacía recientemente David Allen a mi colega William Elliot, GTD® Certified Master Trainer y Global Partner de  formación GTD® de la David Allen Company en Sudáfrica.

En un momento dado de la entrevista, William comenta que evolucionar desde la idea de «lista de la compra» a la idea de «mente extendida», supone un cambio de paradigma y un trabajo considerables, afirmación con la que estoy completamente de acuerdo.

La mayoría de las personas que se acercan a la metodología GTD® lo hacen contando con una experiencia previa de lo que es «una lista». Y si carecen de dicha experiencia, porque nunca las han usado, al menos sí saben lo que es «una lista».

El problema es que esas «listas» que la mayoría de la gente conoce son muy distintas de las «listas» que se utilizan en GTD®.

Qué es una lista

Una lista es simplemente una relación de elementos que se elabora con un determinado propósito.

El que una lista se cree en base a un propósito es un detalle muy importante, porque según el propósito tendremos un tipo de lista u otro.

Por ejemplo, el propósito de una «lista de la compra» es distinto del propósito de una «lista de bodas» y eso hace que ambas pertenezcan a tipos distintos.

Además, las listas pueden adoptar apariencias distintas, aparte de la tradicional, que suele ser en forma de columna. Por ejemplo, la carta de un restaurante o la cartelera del cine son también «listas».

Las listas tipo «lista de la compra»

La gran mayoría de gente utiliza listas tipo «lista de la compra».

Las listas tipo «lista de la compra» se entienden como conjuntos de tareas que hay que completar en su totalidad.

Esta percepción particular del concepto «lista» conlleva a su vez la creencia de que la lista «se puede» completar.

La mayoría de las listas que plantean los múltiples sistemas de organización del tiempo, es decir, las tradicionales «to-do lists», son listas tipo «lista de la compra».

Las listas tipo «menú»

Las listas tipo «menú» son conjuntos de opciones de entre los que elegir únicamente una opción cada vez.

Aunque al hablar de «listas» normalmente pensamos en las listas tipo «lista de la compra», lo cierto es que la cantidad y variedad de listas tipo «menú» es notablemente superior.

Algunos ejemplos de listas tipo «menú»:

  • Lista de bodas
  • Carta de vinos
  • Cartelera del cine
  • Menú del día (en general, cualquier carta o menú de un restaurante)
  • Cualquier catálogo de productos o servicios

Excepto el Calendario (que también es una lista), todas las listas que GTD® propone usar son listas tipo «menú».

El problema del sobre-compromiso

«La falacia de la planificación» es un sesgo cognitivo que afecta a todos los seres humanos. Lo mismo ocurre con el sesgo conocido como «efecto superconfianza».

Dicho con otras palabras, tendemos a creer que las cosas llevarán menos tiempo del que realmente llevarán y también tendemos a creer que nuestras capacidades son superiores de lo que realmente son.

Evidentemente, esta «mezcla explosiva» tiene consecuencias y una de las más graves es el sobre-compromiso. Sobre-comprometerte es comprometerte a hacer más cosas de las que realmente se pueden hacer.

Las listas de tareas tradicionales son un ejemplo perfecto de sobre-compromiso, ya que, cuando las vamos rellenando, realmente «creemos» que vamos a ser capaces de completar todo lo que hay en ellas.

La solución de GTD® al sobre-compromiso

GTD® parte de un planteamiento realista que tiene en cuenta la realidad VUCA en la que vivimos.

Constantemente llegan a nuestro «radar» nuevos elementos que llaman nuestra atención. Lo que por la mañana era muy urgente, horas más tarde ya no lo es, y lo que ayer no parecía importante, hoy se ha convertido en una prioridad.

Además, como profesionales del conocimiento, vivimos en un entorno en el que la cantidad de cosas por hacer excede por sistema al tiempo y recursos disponibles para hacerlas. Dicho de otro modo: siempre quedan cosas sin hacer.

Una vez asumimos esta incómoda verdad, la prioridad se centra en elegir con confianza la opción idónea sobre qué hacer en cada momento.

Esta forma de interaccionar con nuestros compromisos nos permite tener en todo momento la seguridad de que nada de lo que todavía sigue sin hacer «va antes» que lo que hemos elegido hacer.

Cuando interiorizas que nunca vas a hacer todo lo que quieres hacer, te liberas y entiendes que, si cada vez que eliges hacer algo, eliges bien, da igual que queden cosas sin hacer. Tener esta idea clara es el mejor indicador de «madurez efectiva».

De la «lista de la compra» a la «mente extendida»

En el camino para dominar GTD® y, en general, en el proceso de transformación personal hacia la «madurez efectiva», uno de los principales y más potentes cambios de paradigma es el relacionado con el significado y utilidad de «las listas».

Cuando una persona da sus primeros pasos hacia la efectividad, es normal que su concepto de «lista» se vea reducido al tipo «lista de la compra». Todas las personas que llevamos años mejorando nuestra efectividad hemos pasado por ahí.

Sin embargo, en la medida en que se van entendiendo, aplicando e interiorizando los diversos principios productivos universales, se llega a un punto en el que se comprende que este tipo de «listas», lejos de resultar una ayuda, supone un serio obstáculo para nuestra efectividad.

La alternativa efectiva que proponen metodologías como OPTIMA3® y GTD®,  ambas avaladas por la neurociencia, es construir una «mente extendida» que – por definición – está integrada por diversas listas tipo «menú».

En el momento que se asume que siempre quedan cosas sin hacer, lo inteligente es poder contar siempre con el menú más completo y actualizado posible de opciones, que nos permitan elegir en cada momento qué hacer y qué no hacer.

Cuando se tiene esto claro, la preocupación porque haya muchas cosas en las listas desaparece y es sustituida por otra «preocupación» mucho más sana y efectiva: que nuestra «mente extendida» esté siempre lo más completa y actualizada posible.

Conclusión

Muchas personas intentan mantener sus «listas» con el menor número posible de elementos, porque utilizan listas tipo «lista de la compra», es decir, listas que hay que completar en su totalidad. Esta mala práctica genera estrés, ya que el resto de elementos no desaparece por el simple hecho de no haber sido incluidos en la lista.

Las cosas son como son, no como nos gustaría que fueran, y que algo no se incluya en una lista no significa que desaparezca, sino simplemente que en lugar de en la lista va a permanecer en nuestra mente, constituyendo una fuente constante de auto-interrupciones y de frustración.

Cuando aceptamos que siempre quedan cosas sin hacer y somos conscientes de que es mejor tener las cosas fuera de nuestra mente que dentro de ella, pasamos de preocuparnos porque nuestras listas tengan «lo mínimo posible» a que nuestra «mente extendida» contenga «todas las opciones necesarias».

Porque GTD® no te dice que uses listas ni tampoco qué tienes que tener en tus listas. Lo único que te dice GTD® es que, si tienes algo, la buena práctica es tenerlo en una «mente extendida» en lugar de tenerlo en tu cabeza.

Usar listas ni es bueno ni es malo. Depende de qué tipo de listas uses y de cómo las uses. La clave está en abandonar el paradigma de las listas tipo «lista de la compra» y entender que las listas que realmente contribuyen a nuestra efectividad son las listas tipo «menú» que integran una «mente extendida».

Por eso, aunque a día de hoy siguen siendo muchas las personas que creen que usar listas es usar GTD®, la realidad es muy distinta, ya que usar listas, al menos como las usa la mayoría de la gente, tiene poco o nada que ver con usar GTD®.


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