lunes, 5 de enero de 2015

Consultoría artesana e innovación

Por: Jerónimo Sánchez

Artesano


Hace unos días me ocurrió algo bastante revelador. Me encontrada en una reunión de trabajo, compartiendo algunas ideas con mis compañeros sobre cómo enfocar nuestra relación con los clientes. Cuando se me ocurrió mencionar que yo me consideraba un consultor artesano. Las miradas que me echaron fueron dignas de Chucky, el muñeco diabólico. Me quedó claro que algo no estaba bien, y les pregunté cuál era el problema.



En resumen, lo que me vinieron a decir es que no podía ir por ahí diciendo que era consultor artesano, y menos aún a nuestros clientes. Que lo “artesano” es sinónimo de “poca calidad”, y que eso perjudicaría la imagen del equipo. Intenté explicarles a qué me refería, pero no pareció interesarles mucho.


Ignoro si la reacción tuvo que ver con que se trata de un equipo de consultores tecnológicos, o a la idiosincrasia del mexicano, tradicionalmente acomplejado —sin ninguna razón en mi opinión—, y que permanente está luchando por demostrar al mundo que son un país moderno. O a una mezcla de ambas cosas. Pero lo que me quedó claro es que el concepto de “artesanía”, definitivamente, puede tener connotaciones muy negativas según en qué grupos te muevas. Y me da miedo que mi labor como consultor artesano y formador se vea afectado por esta idea.


Como muchos de vosotros recordará, hace un tiempo me uní a la Red de Consultoría Artesana (#REDCA), una red de consultores que compartimos una serie de valores y señas de identidad con las que pretendemos diferenciarnos —obviamente para mejor—, del consultor tradicional, comoditizado y corporativista. Entre esos valores hay tres que tradicionalmente se asocian con el trabajo artesano, y que marcan claramente esa diferencia: 1) nos gusta trabajar con las personas —quienes son las piezas que forman en última instancia las organizaciones—; 2) nos divertimos haciendo lo que hacemos, y; 3) colaboramos de manera abierta, sin atesorar el conocimiento.


Trabajar con personas hace que seamos más conscientes de los problemas y dificultades que aquejan a las organizaciones desde sus bases, algo fundamental para mejorar o dirigir un proceso de cambio, que es lo que finalmente se persigue con cualquier tipo de consultoría. En definitiva, nos hace más eficientes a la hora de conseguir nuestro objetivo, sea formativo o de cualquier otra naturaleza.


Por otro lado, el hecho de que nos divirtamos con lo que hacemos nos permite obtener resultados de calidad superior. A poco que cualquier haya observado cómo se desempeña en su propia actividad se habrá dado cuenta de que la pasión, compromiso y trabajo enfocado son la clave para obtener un buen resultado. Y cuanto más te guste lo que haces, más fácil resulta conseguirlo.


Finalmente, constituir comunidades de práctica, en donde se colabora y se comparte información abiertamente, es la razón por la que continuamente estamos mejorando procesos, técnicas y prácticas. La experiencia y conocimientos del grupo catapulta a cada consultor individualmente, lo que finalmente se traduce en un beneficio para nuestros clientes, en términos de mayor eficiencia y eficacia.


Teniendo en cuenta todo esto, no entiendo cómo el hecho de considerarme artesano puede ser algo malo, estar asociado a poca calidad, o bajo ninguna perspectiva perjudicar la imagen de ninguna empresa o grupo de profesionales.


Mi impresión es que las últimas décadas de industrialización y automatización de la producción ha hecho mucho daño al concepto de artesanía. Y resulta interesante observar como, a pesar de que muchas empresas no están satisfechas con los resultados que obtienen, siguen insistiendo en el modelo tradicional de consultoría, ignorando otros modelos que ya están empezando a dar resultados reales.


Me temo que, al final, el mundo corporativo no deja de ser un reflejo de la sociedad en la que vivimos: están las empresas que se mueven por inercia, en la misma dirección que va la mayoría y que, por la misma razón, sufren los problemas de la mayoría; y las empresas que perciben sus áreas de oportunidad, que tienen un deseo genuino de innovar, y que precisamente por eso son las que marcan tendencias, se diferencian del resto y finalmente consiguen resultados superiores.


La consultoría artesana es un intento de innovar dentro del mundo tradicional de la consultoría. Igual que practicar la productividad personal en general, y la metodología GTD en particular, está marcando la diferencia entre los profesionales modernos, estoy absolutamente convencido de que abrirle las puertas al modelo de consultoría artesana significará un punto de inflexión para las organizaciones que realmente quieran obtener resultados trascendentes y duraderos.


Ilustración por Liga Eglite, bajo licencia CC




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