martes, 17 de diciembre de 2013

En Navidades, lo inmaterial por delante

Por: Iago Fraga

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Lo importante es lo que le asocies

A mí, en época de Navidades, hay dos temas principales que me tienen ocupado.


El primero es la definición de mis objetivos para el año que viene, lo que muchos llaman “buenos propósitos” (curiosa nomenclatura cuando menos).


Y el segundo son los regalos. Es rara la familia en la que no hay algún pequeñajo cerca y, tanto por el factor mágico que tienen los regalos cuando hay alguno cerca como por la carga emotiva que tiene de por sí hacer regalos, no dejan de ser uno de los iconos de la Navidad moderna.


Un pequeño pero


No obstante tengo un pequeño gran pero a eso de abrir regalos y es que si bien me encanta abrirlos, y me cautiva la sensación previa a que se deshaga el nudito que me separa de ese ente resplandeciente y nuevecito, la mayoría de las veces me aborrece saber qué haré con ellos.


Por definición, uno de los problemas que pretendo resolver con la productividad es aprender a identificar lo que quiero y necesito, y concentrar en ello mis recursos (mi tiempo, mi dinero, mi atención,…). Vamos, que desde hace no tanto (aunque me quede mucho camino por recorrer) cada vez invierto menos dinero en cosas que no utilizo, gasto menos tiempo en aquello que no escojo por alguna razón y centro mi atención en lo importante (problemas o deseos, pero en cosas trascendentes).


La decadencia de lo material


Por eso, cada vez (y este proceso si que ya lo empecé hace tiempo), me seduce menos la idea de recibir cosas materiales que vendrían a quitarle la atención a las que ya tengo y he escogido con esmero. A veces hasta me encantaría que existiese un modo de empaquetar lo que ya tengo y presentármelo de una forma diferente. Algo como regalarme algo viejo mío arreglado, o una pieza que encaja con un conjunto que ya tengo.


En otras palabras: prefiero mil veces que me regalen un nuevo platillo para mi batería en vez de que me traigan un instrumento nuevo.


No obstante, me siguen sorprendiendo


Mi planteamiento, pese a ser una sensación que no puedo quitarme de la cabeza, es algo que me prueban erróneo en más de una ocasión. Si bien las maletas y los viajes internacionales me han enseñado a entender que de la Navidad a la rutina basta con traerte de vuelta los mismos 20kg, mis reyes magos de occidente, me siguen sorprendiendo y especialmente:



  • con cosas innovadoras (que no conocía y por nunca había considerado)

  • con elecciones puntuales de lo que suelo elegir mal (hay reyes con gusto, buen ojo y con piernas para patearse más de una ciudad)

  • con recomendaciones hechas realidad (problema resuelto, listo para usar)

  • con dedicación (uno, dos, tres, cuatro intentos… y hasta que lo consiguen)

  • y voluntariamente de último, con capacidad económica (comprándome algo que yo no podría)


Lo que fascina de un regalo es todo el resto


Y ahora que acabo de confesar como un cosaco materialista (o eso parece), no pienso cambiar de título el artículo. Porque todas las ventajas de cualquier regalo material son sus características inmateriales.


El valor de un regalo reside en lo que significa. Para un niño con exceso de recursos una videoconsola no es un problema, lo que se le regala es el permiso de tenerla. Para una adolescente un trozo de tela puede suponer el billete de entrada a un grupo de amigas homogéneas. A un alto ejecutivo le sobra el dinero, pero necesita que le regalen tiempo.


Y a todo el mundo, absolutamente todo el mundo, le encantan las cosas memorables. Una cosa memorable es algo que se recuerda porque es tan genial que pasa el tiempo y lo sigues recordando.


Aunque, no hace falta ir por ahí regalando bonos para masajes…


Insisto, no se trata regalar cursos de parapente y spas en hoteles a toda la familia. No es a ese tipo de inmaterial al que me refiero. Las experiencias son en efecto una forma de hacer regalos memorables, pero hay muchas otras maneras.


Si me he lanzado a soltar sin tapujos la reacción que me suscitan los regalos de Navidad, es para que tú escojas la parte aprovechable de la reflexión para lo que se avecina. Pero quizás las ideas a las lo resumo son:



  • sé capaz de hacer regalos creyendo en lo que regalas (ten valor si crees que un regalo de poco coste y mucho contenido va a ser mejor percibido)

  • gasta neuronas y busca bien (racanea en dinero, no en escogerlo ni en tiempo)

  • apoya y contribuye en vez de desviar (no regales esperando forzar cambios en sus rutinas, sino observa y proponle mejoras)


Y ya está. Si quieres regalarme a mí y al resto tu comentario que sepas que tu opinión nos interesa. ¿A ti qué reacción te produce la fiebre de regalos Navideña? ¿Ves lo que te regalan como intrusos o sueles integrarlos bien venga lo que venga?




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Tecnicas de Organizacion

De Iago Fraga en Técnicas de Organización





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