viernes, 18 de febrero de 2022

La compleja sencillez de gestionar la atención

Por: José Miguel Bolívar

En este post voy a compartir contigo algunas reflexiones sobre la compleja sencillez de gestionar la atención.

He usado intencionalmente este juego de palabras para destacar la paradoja ante la que nos encontramos.

Porque gestionar la atención es extremadamente sencillo, algo al alcance de todo el mundo, sin limitaciones de ningún tipo.

Pero, a la vez, para muchas personas resulta extremadamente complejo lograrlo, debido a diversos factores concurrentes que se refuerzan entre sí.

En el post empezaremos viendo por qué es tan importante gestionar la atención para mejorar la efectividad.

A continuación veremos hasta qué punto es sencillo gestionar la atención y continuaremos identificando cuáles son algunos de los factores que suelen complicar esa sencillez.

Finalmente, compartiré consejos y sugerencias que pueden resultar útiles para minimizar el impacto negativo de dichos factores.

Desarrollar la atención para alcanzar la excelencia

«FOCUS: Desarrollar la atención para alcanzar la excelencia» es el título de uno de los libros de Daniel Goleman, padre de la inteligencia emocional y uno de los principales referentes actuales en el campo de la Neurociencia.

En esta obra, Goleman explica la existencia de una correlación directa entre atención y rendimiento.

Cualquier persona —sin excepción— hará «mejor» cualquier tarea si está enfocada en ella que si no lo está. Esto es lo que llamamos un principio productivo universal.

En este contexto, «mejor» significa, o puede significar, en menos tiempo, con menos errores, con mayor calidad y, seguramente, disfrutando más de lo que se hace.

Desde el punto de vista de la efectividad, la gestión de la atención incide directamente en la eficiencia. Una persona es tanto más eficiente cuanto mejor gestiona su atención.

Y esta eficiencia debe entenderse en su sentido más amplio. Sea prestando atención a la conversación en la que está, a la actividad física que está haciendo o a disfrutar de un momento de ocio o descanso.

En el extremo opuesto, cuando la atención se gestiona sistemáticamente de manera deficiente, podemos encontrarnos con pérdida de perspectiva, malas decisiones, sobre excitabilidad, reacciones desmedidas, etc.

La sencillez de gestionar la atención

Como decía al comienzo del post, gestionar la atención es extremadamente sencillo. Para lograrlo, solo hay que evitar y/o limitar al máximo las interrupciones.

Unas interrupciones que pueden ser internas —más frecuentes de lo que a menudo nos gustaría reconocer— o externas.

Las externas pueden clasificarse a su vez en evitables o inevitables (las internas siempre son inevitables).

Asimismo, las inevitables pueden dividirse entre las que requieren reacción inmediata —algo muy excepcional— o reacción diferida —lo más habitual—.

Una vez tenemos claro esto, veamos ahora las buenas prácticas asociadas a la gestión de la atención.

La mejor práctica es evitar al máximo las interrupciones y, particularmente, las interrupciones de origen externo.

El enemigo número uno de la atención son las notificaciones push y, de estas, particularmente las sonoras.

Las notificaciones push visuales también pueden ser un gran enemigo de la atención. Todo depende de si te obligan a verlas cuando aparecen o simplemente quedan ahí pendientes para cuando vayas a consultarlas.

Por este motivo, la buena práctica es tener permanentemente desactivadas todas las notificaciones push sonoras y visuales, excepto las visuales sin sonido que quedan en segundo plano y no te obligan a verlas cuando aparecen.

Al margen de otras buenas prácticas que escapan a la intención de este post, con este cambio tan sencillo puedes mejorar tu atención de manera espectacular.

La complejidad de gestionar la atención

Como también decía al inicio del post, muchas personas hacen una pésima gestión de su atención a pesar de su sencillez.

En algunos casos, es por simple ignorancia. Nunca han pensado, ni nadie les ha dicho, que desactivar las notificaciones push puede cambiar la vida.

La mayoría de la gente usa la tecnología con la configuración de origen, ya que entiende que es la idónea. Por eso, casi nadie desactiva las notificaciones (que es lo primero que yo hago cada vez que instalo algo nuevo).

Hace pocos días, trabajando con una directiva en un programa individual de mejora de la efectividad, me decía que este pequeño cambio había supuesto un antes y un después para ella.

El lobby tecnológico vende que la productividad se consigue con herramientas y por eso le interesa que las personas sean cada vez menos productivas.

¿Cómo lograrlo? Muy sencillo: anulando sistemáticamente la capacidad de enfoque con armas de destrucción masiva de la atención.

Por eso las aplicaciones cada vez tienen más notificaciones y por eso todas ellas vienen activadas por defecto.

A esta ignorancia —o inercia, como prefieras— se unen otros muchos factores: la inseguridad, la falta de claridad de ideas, la adicción al estrés, el síndrome FOMO o la culpa virtual son algunos de ellos.

Consejos y sugerencias para gestionar mejor la atención

Lo que tienen en común la mayoría de estos factores es que su efecto se puede limitar considerablemente solo con empezar a hacer las cosas correctas, es decir, desactivando todas las notificaciones y, en particular, las notificaciones push.

Por otra parte, el cerebro está programado para dejarse llevar por lo último, lo más llamativo y lo más ruidoso.

Esto, que tiene sentido como mecanismo primitivo de supervivencia, además de ser innecesario en nuestros días, es también contraproducente.

Por eso, otra práctica excelente es forzarte a separar en el tiempo la reacción ante las interrupciones externas.

Si te genera inquietud, puedes empezar probando con 5′, luego con 10′, después con 15′ y así, sucesivamente.

En cuanto a las interrupciones internas, la buena práctica es «aparcarlas» en cuanto surgen —sin dedicarles más tiempo— y seguir con lo que estés haciendo hasta terminarlo. Ya te ocuparás de ellas cuando termines.

Con el tiempo, comprobarás que casi la totalidad de tus interrupciones —externas o internas—pueden esperar tranquilamente al menos una o dos horas sin que el mundo se acabe y, en la mayoría de los casos, más.

Y si crees que todo esto es difícil de aplicar en tu caso, incluso imposible, deja tus creencias a un lado por un momento y, simplemente, pruébalo.

Porque lo bueno de gestionar la atención de manera efectiva es que los resultados son inmediatos.

Intenta hacer algo, lo que sea, de una sola vez, sin que nada te interrumpa. Y luego compara esa experiencia con hacer lo mismo con interrupciones constantes.

Por grande que sea tu resistencia inicial, la diferencia es tan radical que te convencerás.

La entrada La compleja sencillez de gestionar la atención se publicó primero en Óptima Infinito.


0 comentarios:

Publicar un comentario