viernes, 5 de febrero de 2021

Qué he aprendido sobre formación virtual efectiva

Por: José Miguel Bolívar

Junto a todo lo negativo, la COVID-19 también ha obligado a revisar creencias y cambiar conductas. Y esto es bueno. En este post voy a compartir contigo qué he aprendido sobre formación virtual efectiva.

Algo que ya sabía antes de la pandemia es por qué planificar es perder el tiempo y también la importancia de aprender a prever para poder reaccionar mejor.

Y, a pesar de ello, caí —como la mayoría de los humanos— en el cómodo vicio de planificar de más y prever de menos.

Si hubiera previsto un poco más y planificado un poco menos, el impacto a nivel profesional de la COVID-19 habría sido de otra magnitud.

Afortunadamente, también sé que si quieres volar, necesitas aprender a caer.

Por eso, reconozco sin problema que mi posición ante la formación virtual ha cambiado radicalmente a raíz de la pandemia y que antes estaba totalmente equivocado.

Hechos frente a creencias

Desde que comencé a hacer formación siempre ha habido una demanda que ha estado ahí de forma recurrente.

Me refiero a la posibilidad de acceder a la formación GTD® de manera online o, como yo prefiero decir, virtual.

Mi respuesta no sólo era siempre negativa, sino que además yo explicaba con gran convicción el porqué de mi negación.

Realmente creía que la complejidad intrínseca de la formación en efectividad era inmanejable desde cualquier entorno distinto del presencial.

Me basaba en que el principal reto que plantea el desarrollo de la efectividad personal es, precisamente, superar las creencias preexistentes.

Las personas adultas nos acercamos a la efectividad personal con una «mochila» repleta de creencias —tan erróneas como infundadas— sobre qué significa ser una persona muy organizada.

Por este motivo, la mejora de la efectividad personal es prácticamente imposible sin un proceso previo de desaprendizaje profundo.

Así que buena parte del esfuerzo formativo está encaminado a «desmontar» estas creencias con dinámicas basadas en la mejor herramienta que existe para ello: los hechos.

Y esto ha sido precisamente lo que me ha pasado a mí: los hechos han echado por tierra mis creencias limitantes acerca de la formación virtual.

La formación virtual efectiva no es online

Uno de los primeros cambios de mentalidad que tuve que realizar es entender que formación online y formación virtual son cosas distintas.

La formación online suele ser mayoritariamente asíncrona. Hay una serie de contenidos a los que la persona puede acceder de manera online cuando mejor le viene o le apetece.

Normalmente esta formación se complementa con tutorías —que sí son síncronas— tanto individuales como grupales.

Pero el porcentaje que representa la parte síncrona sobre la duración total de la formación suele ser mínima.

Por el contrario, la formación virtual es mayoritariamente síncrona, «en vivo», como decimos en OPTIMA LAB.

Esta diferencia da lugar a experiencias de aprendizaje completamente distintas en uno u otro caso.

Una formación online se parece poco o nada a una presencial, mientras que una formación virtual efectiva puede ser incluso mejor que una presencial.

Retos de la formación virtual efectiva

Antes de desarrollar la versión virtual de nuestra formación GTD® oficial de Nivel 1 decidí ampliar mi conocimiento sobre el tema.

Leí libros, asistí a formaciones y me informé en diversos grupos especializados. En todas partes aparecía una palabra de forma recurrente: engagement.

Engagement significa que la audiencia se involucre en la formación, que su atención esté allí y que participe activamente en ella.

Esto siempre es un reto en formación, pero parece que en los formatos no presenciales lo es aún mucho más.

Así que diseñamos nuestro formato virtual desde una sana obsesión por el engagement, y lo conseguimos.

En realidad no sólo lo conseguimos sino que, a día de hoy, el engagement en nuestras formaciones virtuales es aún mayor que el que lográbamos en las presenciales.

Ventajas de la formación virtual efectiva

Además de un engagement tan bueno o mejor que el presencial, el aprovechamiento es mayor. La gente se cansa menos y aprende más.

Además, la virtualidad favorece la diversidad —ya que elimina las barreras físicas— y esto enriquece la formación.

Cuando la formación era presencial, a nuestros cursos abiertos venía gente mayoritariamente de Madrid o Barcelona. Ahora son de toda España, islas incluidas, e incluso de LATAM.

Otra gran ventaja son las eficiencias. Nadie pierde tiempo en desplazamientos.

También hay un notable ahorro de costes para el cliente, que se evita alquilar salas, el catering, desplazar a las personas, etc.

Otra ventaja más de este formato es que facilita la experimentación, precisamente porque reduce drásticamente los costes de desplazamiento e infraestructuras.

Nosotros estamos probando ahora horarios impensables en formatos presenciales, por ejemplo, dos horas diarias de lunes a viernes en lugar de un día y medio.

Y, por último, me parece una formación más humana, menos impersonal. Ves a la gente en sus casas, con los críos que a veces se asoman y te sacan una sonrisa.

Es todo más fluido, menos «impostado». Se ven más juguetes y menos corbatas; menos postureo y más naturalidad.

Áreas de mejora para la formación virtual efectiva

Con todo, a la formación virtual efectiva le queda todavía mucho espacio de mejora.

Son todavía mayoría las personas que carecen de una infraestructura específica para tele-lo-que-sea, incluyendo tele-formarse.

La COVID-19 les ha obligado a improvisar y hacen lo que pueden con lo que tienen.

La experiencia de aprendizaje virtual está enormemente condicionada por la infraestructura tecnológica que utilizas.

Si careces de un lugar adecuado (no sólo en cuanto a ruido e iluminación, sino también en cuanto a ergonomía y comodidad), tu experiencia será muy mejorable.

Y lo mismo ocurre si tienes que acceder con una conexión a Internet sin ancho de banda suficiente y/o desde un dispositivo con una pantalla minúscula y una capacidad gráfica y de procesador ridículas.

Por no olvidar la resistencia al cambio, esa nostalgia que lleva a recordar sólo lo bueno que era todo antes y a olvidar rápidamente todo lo malo que también había.

El futuro de la formación virtual efectiva

Evidentemente la formación presencial ofrece algunas ventajas que la formación virtual no puede alcanzar.

Pero son mayoritariamente ventajas adicionales a la formación en sí, como pueden ser el networking o la cohesión grupal.

Mi experiencia es que, siempre y cuando las personas dispongan de la infraestructura adecuada y desde un punto de visto estrictamente pedagógico, la formación virtual es mejor que la presencial.

El motivo es sencillo: mayores posibilidades de interacción favorecen un mayor engagement y un mayor engagement favorece un mayor aprendizaje.

Y esto sólo acaba de empezar, así que esta diferencia va a ir cada vez a más (piensa en todas las posibilidades que ofrecen las tecnologías de realidad virtual).

Por mucha resistencia al cambio que haya, la formación virtual ha llegado para quedarse. Y nosotros, desde OPTIMA LAB, seguiremos trabajando para que sea cada vez más efectiva.

La entrada Qué he aprendido sobre formación virtual efectiva se publicó primero en Óptima Infinito.


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