viernes, 28 de febrero de 2020

Qué valor te aporta lo que recuerdas

Por: José Miguel Bolívar

En los cursos de formación GTD® oficial explicamos que intentar gestionar recordatorios con nuestra mente es una mala práctica porque, además de generar estrés, funciona realmente mal.

Los estudios iniciales en ciencia cognitiva sobre el tema afirmaban que la memoria a corto plazo es capaz de recordar simultáneamente 7±2 elementos.

Los experimentos más recientes y precisos han reducido esta cifra a un máximo de 4.

Si piensas un momento sobre esto, parece tener sentido desde un punto de vista evolutivo porque, ¿cuántas cosas necesitaban recordar simultáneamente nuestros antepasados?

Entendiendo esta limitación de la memoria a corto plazo, queda claro por qué la buena práctica es externalizar la gestión de los recordatorios, construyendo para ello lo que se conoce como una «mente extendida».

Eso sí, para que realmente funcione, esa «mente extendida» tiene que ser fiable. Y para poder ser fiable tiene que contener un inventario completo y actualizado de todos nuestros recordatorios, que además tienen que ser accionables.

Llegados a este punto, es habitual que alguna de las personas participantes en la formación haga notar su preocupación por lo que puede entenderse como una recomendación para «dejar de usar la memoria».

Nada más lejos de la realidad.

Esta mala interpretación de nuestra recomendación es lógica hasta cierto punto, porque la mayoría de la gente entiende que la memoria solo sirve para una única cosa, cuando en realidad sirve para dos, aunque una de ellas la haga francamente mal.

La memoria sirve para recordar y también sirve para recordarte.

En español, la línea divisoria entre ambos conceptos es difusa, casi inexistente. En inglés, por el contrario, la diferencia está mucho más clara: remember y remind.

En línea con estos dos posibles usos de la memoria, tenemos también dos posibles tipos de contenidos: recuerdos y recordatorios.

La diferencia entre un recuerdo y un recordatorio es que con un recuerdo no hay necesidad de hacer nada y con un recordatorio sí hay necesidad de hacer algo.

La consecuencia de lo anterior es que olvidar un recuerdo carece de consecuencias, mientras que olvidar un recordatorio sí tiene consecuencias.

Y es precisamente por estas consecuencias por lo que usar la mente para gestionar recordatorios genera estrés.

Sin embargo, ejercitar la memoria es algo fantástico y hay un buen número de estudios que lo correlacionan con diversos beneficios físicos y mentales.

¿No es esto una contradicción?

Obviamente no. Hay múltiples formas fantásticas de ejercitar la memoria y tan solo hay una pésima forma de hacerlo: intentar gestionar recordatorios.

El problema es que —por mucho que ejercites tu memoria en gestionar recordatorios— la mejora que alcances será marginal y pronto «tocarás fondo».

Por más que puedas recurrir a reglas mnemotécnicas, la mejora de la memoria a corto plazo está limitada fisiológicamente.

De hecho, no es tanto la falta de capacidad —entendida como «espacio de almacenamiento»— como la incapacidad para gestionar adecuadamente los recordatorios.

En realidad, a tu mente no se le olvida que tiene que recordarte algo. Eso lo suele tener claro. El problema real es que es incapaz de detectar cuál es el momento oportuno para recordártelo.

En consecuencia, en lugar de recordártelo cuando a ti te sería útil que lo hiciera, lo que hace es recordártelo cada cierto tiempo, de manera completamente aleatoria.

Seguro que ya has comprobado alguna vez que, cuando tu mente te recuerda algo, rara vez suele ser el momento idóneo para que lo hagas.

Por eso recordar recordatorios es una mala práctica. Porque además de no aportar ningún valor —ni físico, ni emocional— es una práctica muy poco eficiente y que conlleva un alto potencial estresante.

Por el contrario, recordar recuerdos —sobre cosas que te gustan, te interesan, te divierten, te resultan agradables, llamativas, sorprendentes o lo que sea— es una práctica estupenda.

Hay montones de cosas que puedes recordar sin que hacerlo tenga consecuencias negativas para ti.

Puedes recordar experiencias, aprendizajes o emociones, al igual que puedes recordar lugares, sabores o melodías.

Mi hija Marta, por ejemplo, se sabe a la perfección el musical Hamilton —ritmo y entonación incluidos— simplemente porque le encantan los musicales y este, en concreto, es su favorito.

Así que, si quieres ejercitar tu memoria, hazlo con cosas que te aporten valor.

Y para aquello de lo que necesitas acordarte, en lugar de tu memoria, usa una mente extendida. Te evitarás estrés y vivirás más feliz.


viernes, 21 de febrero de 2020

Cómo hacer control de daños con GTD®

Por: José Miguel Bolívar

Escribía recientemente Paz Garde sobre el «sesgo optimista» y sus consecuencias. Este sesgo se combina a menudo con otros, como la «falacia de la planificación» y el «efecto superconfianza», dando lugar a un efecto parecido al que produce una cerilla encendida al combinarse con un bidón de gasolina

Fruto de estos sesgos, las personas tenemos una inclinación peligrosa a abarcar más de lo que podemos, así como a marcarnos plazos escasamente realistas.

Todo ello da lugar a una sensación frecuente de desbordamiento, frustración y estrés, al ver que no llegamos a todo, que los plazos se nos echan encima y que la calidad de nuestro trabajo es inferior a la que nos gustaría.

Es aquí donde —afortunadamente— vienen a nuestro rescate la efectividad personal y GTD®, permitiéndonos controlar y minimizar considerablemente los daños derivados de estos sesgos.

La aplicación sistemática de la metodología GTD® no solo nos permite elegir con confianza qué hacer en cada momento, sino que también nos asegura ser conscientes de todo lo que estamos dejando sin hacer.

El hábito clave de la revisión semanal hace posible que —de forma frecuente y regular— podamos revaluar nuestra carga real de trabajo y la situación de todos nuestros compromisos.

Los 6 niveles de enfoque, por su parte, nos aseguran que tengamos una perspectiva global de todos nuestros asuntos: urgentes o no; importantes o no; inmediatos o no; profesionales o no.

Interiorizar la metodología GTD® nos va a permitir aprender sobre nuestras capacidades reales y sobre el impacto de nuestros sesgos en nuestro rendimiento. Y este aprendizaje —si realmente tiene lugar— aumentará nuestra humildad y nuestra asertividad.

La humildad nos hará extremar nuestra cautela a la hora de asumir nuevos compromisos o asumirlos con plazos de entrega más realistas.

La asertividad nos ayudará a decir «no» con la frecuencia necesaria, de la manera adecuada, y sin experimentar culpabilidad por ello.

Eso sí, para llegar a este punto de madurez en el uso de la metodología hay que haber recorrido buena parte del camino para dominar GTD®.

Y aún así, seguiremos —con toda probabilidad— asumiendo más de lo que podemos y con plazos difícilmente cumplibles.

Para eso están precisamente las revisiones de GTD® , tanto las semanales, como las de los niveles superiores.

Gracias a ellas, por ejemplo, yo compruebo periódicamente como mi sistema se ha vuelto a «salir de madre» una vez más.

Esta situación es fácil de reconocer, y se caracteriza por «detalles» como que muchos de tus proyectos llevan semanas parados o sin apenas moverse. Lo mismo ocurre con algunas siguientes acciones, que parecen haber echado raíces en tus listas.

Estos «detalles» van acompañados de una creciente sensación de pérdida de control, aumento de la ansiedad y tentación creciente de establecer un sistema paralelo a tu GTD® —en forma de post-it o similar— para asegurar que «no se te pase nada de lo importante».

Todo esto en conjunto tiene un nombre: te has caído de la tabla. Aunque tampoco pasa nada si te caes, evitar caerte es tan sencillo como aprender a reconocer cuándo estás a punto de hacerlo, y adelantarte.

En mi caso, cuando —tras un par de revisiones semanales consecutivas— me doy cuenta de que el volumen de acciones y proyectos deja de ser el habitual y ha empezado a «dispararse», lo que hago es reservarme un bloque de tiempo para hacer una «poda» a fondo.

Estas «podas» consisten —básicamente— en incubar o eliminar gran parte del contenido de mis listas, devolviendo su tamaño a un volumen realista y manejable.

Todo esto —revisar periódicamente y mantener tus listas bajo control— es más prevención de daños que control de daños, pero prevenir es también una forma de controlar 😉

El control de daños como tal consiste en atajar las situaciones antes de que exploten. Y con las prácticas habituales que tiene la mayoría de las personas, es prácticamente imposible.

Una de las cosas que más me llama la atención en los cursos de formación GTD® oficial que facilito, es que casi nadie revisa su calendario más allá de la próxima semana. Esta pésima práctica —por sí sola— dificulta extraordinariamente cualquier control de daños efectivo.

Yo reviso —todas las semanas— las cuatro o cinco próximas semanas en mi calendario. Esto me permite tomar consciencia de qué plazos no voy a poder cumplir, y también actuar de inmediato, por lo general renegociándolos.

Lo que quiero decirte con este post es que la mayoría de las crisis son evitables si realmente aplicas GTD® , ya que, como dice Jordi Fortuny, GTD® te prepara para «lo que te echen».

En mi experiencia, el 99% de los plazos se puede renegociar sin mayor problema, siempre que lo hagas con la antelación suficiente.

Por eso, para hacer control de daños con GTD® , lo importante es tener una visión completa, global y actualizada —con la frecuencia necesaria— de todos tus compromisos.

Solo así podrás practicar la «planificación adaptativa», ajustando regularmente lo que crees que vas a hacer a la realidad de lo que estás haciendo y vas a poder hacer.


domingo, 16 de febrero de 2020

Hábitos atómicos. Cómo funcionan y se crean los hábitos

Por: David Torné

Hábitos atómicos es la compilación del conocimiento sobre la creación de hábitos de James Clear, escritor y consultor especializado en eficacia personal al que llevo leyendo durante años.

Cuando hablamos sobre la creación de hábitos tengo la sensación de hablar siempre de lo mismo. El libro me ha permitido profundizar en ciertos aspectos y sobre todo disponer de una visión de conjunto de la «disciplina».

Lo que vas a leer a continuación no es un comentario sobre el libro. Son el conjunto de ideas y conceptos, a mi opinión, más destacados.

El ciclo de los hábitos

Cualquier hábito puede desglosarse en cuatro pasos:

  1. Señal. Una disparador que sugiere una recompensa e inicia el proceso. Olor a comida una leve ansiedad, un sonido, una vibración…
  2. Anhelo. La motivación para cambiar algo para obtener dicha recompensa. El deseo de un cigarrillo, comer algo …
  3. Respuesta. Las acciones necesarias para obtener la recompensa.
  4. Recompensa. La satisfacción obtenida como retorno del cambio y lo que te empuja a hacerlo de nuevo.

El ciclo de reacción recompensa refuerza los comportamientos positivos o negativos, arraigando su implantación.

La fuerza del interés compuesto

Los hábitos son un proceso similar al interés compuesto. Acumular una mejorar de un 1% cada día lleva a ganancias inimaginables a largo plazo.


"Las grandes recompensas se demoran, hay que aprender a ser paciente" – @davidtorne
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No pienses en ellos como un objetivo si no como un proceso de mejora continua. Al cambiar la mentalidad te darás cuenta de la necesidad de crear un sistema que facilite los cambios.

Los momentos decisivos, los puntos de inflexión son fruto de la preparación previa, de un gran conjunto de pequeñas mejoras que te han permitido crear y aprovechar el momento clave.

«Un cantero para hender una piedra por un punto concreto no da un golpe fuerte y seco, lo hace con multitud de golpes constantes y medidos»

Al crear o corregir un hábito se produce resistencia porque estamos cruzando el que James Clear llama la meseta del potencial oculto. Llevas a cabo la acción, pones en práctica el hábito sin recompensa aparente, pero una vez superada esta fase se experimenta un cambio repentino

Los hábitos son una cuestión de identidad

Cambiar de hábitos significa cambiar tu identidad. Transformarte en una versión mejor de ti mismo.

Hacerlo no significa cambiar la forma de hacer las cosas o los resultados obtenidos, esto será la consecuencia de un cambio a un nivel más profundo. Para que los cambios logrados no se desvanezcan necesitas editar tus creencias, actualizar y ampliar tu identidad.


"Pregúntate:" ¿Quién es el tipo de persona que podría obtener los resultados que quiero? " – @davidtorne
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Los hábitos importan no para obtener mejores resultados  – que pueden hacerlo-  sino porque pueden cambiar las creencias sobre uno mismo.

Las cuatro leyes del cambio

Las cuatro leyes del cambio de conducta son un sencillo conjunto de reglas que podemos utilizar para construir mejores hábitos:

  • Hacerlo evidente. Toma medidas para hacerlo inevitable. Quieres comer más fruta? Ponte-en una pieza a la bolsa con tu desayuno o comida.
  • Hacerlo atractivo. Crea los condicionantes para «enriquecer» la experiencia. ¿Quieres salir a corre? Queda con tus amigos o hazlo con alguien que tengas ganas de ver!
  • Facilitar-lo. Reduce las fricciones que sirven como pretexto para «darle la espalda». Una alarma como recordatorio que debes meditar.
  • Hacerlo satisfactorio. Crea un añadido que te invite a volverlo a hacer. Un sabroso bocadillo después de hacer deporte o un buen café después de una tarea exigente.

Siempre insistimos que un hábito es un comportamiento que se convierte en automático a través de la repetición. Es más que eso, su propósito final es resolver problemas de la vida diaria con la menor cantidad y energía posible.

Encadena tus hábitos

La mejor forma de poner en marcha un nuevo hábito es llevarlo a cabo después de algo que hagas cada día. Después de levantarte, después de desayunar … o de otro hábito ya asimilado.

¿Quieres leer un poco más? ¿Pues qué tal hacerlo después de cenar?

Otra opción es agruparla con alguna otra que te apetezca hacer para convertirla en irresistible.

¿No te apetece nada limpiar la cocina? ¿Qué tal si lo compaginas escuchando tus canciones favoritas?

Modificar el entorno

Modificar el entorno nos ayuda a dar forma a nuestros hábitos. Pequeños cambios en el entorno nos ayudan a encauzar nuestras acciones.

«Cambia el entorno para facilitar los buenos hábitos y dificultar los malos»

El autocontrol no es efectivo. Es una estrategia a corto plazo, convierte las tentaciones en invisibles, apartado de ellas. Haz de tus malos hábitos algo invisible.

El entorno también son las personas. Forma parte de un grupo donde el hábito que deseas implementar forme parte de su «cultura«. Queremos implementar aquellos hábitos nos aportan elogio, respeto y prestigio.

Crear y repetir

Se trata de ir poco a poco pero siempre adelante.

Hacer una acción lo más pequeña posible para trabajar cada día en tu hábito. Repetir cada día esta acción para convertirla en parte integrada de la rutina.

La repetición es más importante que el volumen o la importancia de la acción en sí. Lo importante es llevarlo a la práctica no en la velocidad y en la calidad del resultado.


"No puedes mejorar un hábito que no existe, primero preocúpate de crearlo" – @davidtorne
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Cuando hablamos de un pequeño cambio pensamos en acciones nimias, ridículas. Fíjate un punto para iniciar tu hábito y dedícale 2 minutos para ponerlo en marcha.

¿Qué puedes hacer con dos minutos? 10 flexiones, preparar la ropa para salir a correr, escribir dos líneas de un post …

Cada día dedica estos dos minutos, cuando te sientas seguro incrementa esto y dedica 2 minutos más a la siguiente acción que requiere el hábito.

Ritualiza el proceso, estandarízalo antes de mejorar.

Uso de la tecnología

La tecnología se debe utilizar para automatizar los hábitos, para hacerlos inevitables. Programar una transferencia el primer día de cada mes de la cuenta corriente a la cuenta de ahorro para evitar afrontar la decisión (y procrastinar-la) cada 30 días.

Utiliza la tecnología para neutralizar el coste de decisión.

Aprovechar la eficiencia evolutiva

Los humanos no estamos programados para demorar la recompensa, priorizamos la ganancia inmediata. Eficiencia evolutiva.

Si después de superar la resistencia al implementar un nuevo hábito nos damos una pequeña recompensa nos condicionamos. Nos estaremos «adiestrando» para volverlo a hacer.

Del mismo modo, si asociamos algo desagradable a un mal hábito crearemos una presión en sentido contrario. Creamos una carga negativa a nivel inconsciente para facilitar su supresión.

Medir los hábitos

Medir los hábitos es importante. Observar su progreso nos motiva y nos sirve de alerta para implementar correcciones.

El autor nos invita a disponer de una hoja o sistema similar donde realizar una marca cada día que practicamos con éxito el hábito. Su consecución formará una cadena indicando el progreso de nuestra empresa.

Aparte de ser un recordatorio para realizar el hábito en cuestión, si un día no se llevó a cabo salta la alarma y nos urge a implementarlo el siguiente día sin falta.

Una vez más una idea simple pero poderosa que retroalimenta la motivación y el compromiso.

Su libro es un documento bien hilado y coherente del conocimiento que ofrecido por el autor  a través de su blog y su newsletter durante años.

Me ha gustado leerlo aunque lamento no haberlo hecho en su versión original (inglés), su versión en español me ha provocado cierta extrañeza al estar escrita en su variante mejicana. O eso cree este ignorante.

Del todo recomendable leerlo varias veces. Imprimirte su tabla sobre las cuatro leyes de la creación de hábitos para pegarla en un lugar destacado de tu hogar o lugar de trabajo.

Su lectura será una fuente de material e inspiración para multitud de posts en este blog :-)


viernes, 14 de febrero de 2020

Lo que haces importa para tu felicidad

Por: José Miguel Bolívar

El tema de la felicidad es complejo, empezando porque no hay una definición única de qué es la felicidad ni de qué es ser feliz.

Sea lo que sea, parece obvio que la felicidad tiene una serie de rasgos que sí son ciertos y sobre los que no cabe discusión.

Por una parte, la felicidad es dinámica. Hasta donde yo sé, nadie es exactamente igual de feliz —o de infeliz— durante todos y cada uno de los momentos de su vida.

Por otra parte, la felicidad depende tanto de factores internos como externos. En otras palabras, la felicidad depende tanto de lo que realmente sucede como de la forma en que se interpreta, se siente y se reacciona ante lo que sucede.

De todo eso que sucede, una parte ocurre de forma autónoma e independiente, sin que podamos hacer nada para provocarlo, evitarlo o cambiarlo.

Pero otra buena parte es consecuencia —directa o indirecta— de nuestras acciones, que a su vez son consecuencia de nuestras decisiones.

De todo lo anterior —desde el punto de vista de la efectividad— solo nos interesa  lo que «cae» dentro de nuestro círculo de influencia, es decir, aquello sobre lo que podemos actuar.

Esto significa que nos vamos a centrar únicamente en aquello sobre lo que sí podemos hacer algo, es decir, en todo aquello que ocurre como resultado de lo que hacemos, y también en cómo interpretamos, sentimos y reaccionamos ante lo que ocurre.

Paul Dolan es para mí el referente actual en el campo de la felicidad. Discípulo de Kahneman, Dolan aborda el tema de la felicidad desde un enfoque totalmente alineado con la efectividad: céntrate en lo que puedes hacer.

La tesis central de Dolan es: «El modo en que nos sentimos está determinado, en gran medida, por lo que hacemos; lo que hacemos está en buena parte motivado por el previsible impacto en nuestra felicidad; y la felicidad es el feedback que recibimos en función del impacto de lo que hacemos».

Como puedes comprobar, aquí hay mucha «miga».

Por una parte, deja claro que lo que hacemos impacta en cómo nos sentimos. ¿Tiene sentido, no?

Por otra, deja también claro que lo que hacemos está en gran parte motivado por cómo prevemos que va a impactar en nuestra felicidad.

Si pensamos que algo nos va a hacer felices, lo hacemos. Si pensamos que algo nos va a hacer infelices, no lo hacemos. Si pensamos que una cosa nos va a hacer más felices que otra, descartamos la segunda y hacemos la primera.

Por último, que la felicidad —real— que experimentamos después de hacer algo es el feedback sobre el impacto —real— en nuestra felicidad de lo que hacemos.

Personalmente —y precisamente por su sencillez y enorme dosis de sentido común— este planteamiento me parece brillante. Me explico.

Las personas tenemos una serie de creencias sobre qué nos hace felices y qué no. Como su nombre indica, son creencias, es decir, ideas que pueden coincidir o no con la realidad (por ejemplo, tú puedes creer que la tierra es plana y da igual, porque la realidad es la que es).

Las creencias generan expectativas, es decir, cuando nos planteamos si hacer algo o no —o qué hacer— decidimos a partir de esas creencias, optando por la opción que «creemos» que nos va a proporcionar mayor felicidad.

Cuando hacemos algo, eso impacta en nuestra felicidad y es la medida «real» de la relación entre hacer algo y cómo de felices nos sentimos al hacer ese algo.

Lo que nos explica Dolan es que la felicidad teórica —es decir, la felicidad esperada derivada de las expectativas que nos creamos a partir de nuestras creencias— y la felicidad real —es decir, la que realmente experimentamos al hacer algo— suelen parecerse tanto como un huevo a una castaña.

Las consecuencias de los estudios de Dolan son a la vez demoledoras y esperanzadoras.

Demoledoras, porque ponen de manifiesto el profundo impacto negativo en nuestra felicidad de todos los estereotipos sociales acerca de la misma.

Constantemente somos «bombardeados» con mensajes que nos recuerdan cómo tenemos que ser o qué necesitamos tener para ser felices.

Asociamos nuestra felicidad a ideas ajenas que inconscientemente acabamos asumiendo como propias.

Pero también esperanzadoras porque hay mucho en nuestra mano para que la situación sea diferente.

Deja de suponer y empieza a experimentar, es la recomendación de Dolan.

En lugar de decidir en función de lo que «crees» que te hace feliz —o de lo que supones, o te han dicho, que te va a hacer feliz—, prueba y comprueba si realmente eso te hace feliz o no, y cuánto.

Cuando leí el libro de Dolan —hace ya unos años— y puse en práctica su metodología, me sorprendió. Y lo hizo en ambas direcciones. Comprobé que cosas que yo estaba convencido de que me hacían feliz, tenían un impacto realmente débil —o incluso nulo— en mi felicidad. Es más, había cosas que yo pensaba que me hacían feliz y en realidad era todo lo contrario.

Y, por otra parte, cosas que yo pensaba que no me hacían especialmente feliz, en realidad sí lo hacían; y cosas que yo pensaba que me hacían infeliz —por ejemplo, porque me daba pereza hacerlas— resulta que tenían un impacto muy positivo en mi felicidad.

No quiero extenderme más. Si quieres profundizar, puedes leer este artículo que escribí hace algún tiempo, pero mi recomendación es que te hagas un favor y leas el libro.

Como profesional de la efectividad, yo me quedo con algo que me parece particularmente valioso: presta atención a lo que haces, porque lo que haces importa para tu felicidad.


martes, 11 de febrero de 2020

Lo que un vendehumos nunca te enseñará: así es como trabajo (vídeo)

Por: Iago Fraga
Bueno, creo que no queda misterio en lo que vas a ver tras el título de este artículo pero por si lo hubiese, te lo confirmo: en el vídeo que vas a ver aquí abajo me he grabado trabajando con mi ordenador de empresa tal y como lo hago cada día para que veas, sin ... Read more

viernes, 7 de febrero de 2020

Cómo evitar las listas kilométricas en GTD®

Por: José Miguel Bolívar

Una de las quejas más frecuentes de las personas que aplican la metodología GTD® es: «¡Mis listas son interminables! ¿Qué puedo hacer para evitarlo?».

Mi colega Arik Vakil —GTD® Certified Master Trainer en India— reflexionaba recientemente en la Comunidad de Práctica de la David Allen Academy sobre este tema. Hoy quiero compartir contigo no solo mi punto de vista al respecto, sino también el del propio David Allen.

Las listas kilométricas son algo por lo que hemos pasado la mayoría de las personas —si no todas— en nuestro proceso de aprendizaje de GTD®. También puedo decirte que es un problema que tiene solución.

Lo primero a tener en cuenta es que la mayor o menor capacidad para mantener la extensión de tus listas en el rango adecuado es un indicio de tu grado de madurez en el camino para dominar GTD®.

Esto significa que —si llevas poco tiempo con la metodología— es perfectamente normal que tus listas sean kilométricas 🙂

En la medida que interiorizas el método, lo aplicas mejor. Y en la medida en que lo aplicas mejor, la longitud de tus listas va teniendo más sentido.

Tener claro por qué y para qué te comprometes

El paso Aclarar implica primero pensar y luego decidir. Si piensas mal, decides mal. Y hay muchas formas de pensar mal. Por ejemplo, pensar rápido, pensar superficialmente, pensar «a medias»…

La primera pregunta del paso Aclarar es «¿qué es?». En mi experiencia, la mayoría de las personas pasa por alto esta pregunta durante sus primeros años aplicando la metodología.

Así que ya tenemos una de las principales causas por las que tus listas son kilométricas. Si no sabes qué significan exactamente para ti las cosas que aclaras, ¿cómo quieres poder tomar buenas decisiones sobre ellas?

Por tanto, un primer paso para controlar la extensión de tus listas es responder bien a la pregunta ¿qué es?, lo que a su vez implica responder a «¿qué significa exactamente esto para mí?».

Una vez tienes claro qué significa para ti eso que estás aclarando, hay que seguir pensando antes de poder decidir bien.

Decir no siempre que tenga sentido

La siguiente pregunta que hay que responderse es «¿requiere acción?». Esta es una pregunta con trampa, porque la mayoría de las personas —cuando empiezan con GTD®— tienen un automatismo adquirido que las lleva a responder casi siempre «sí».

Es muy habitual la creencia de que todo lo que te pide alguien requiere acción. Como digo, es un automatismo, algo que ni siquiera nos paramos a analizar. Se parte de la base de que si alguien pide algo, hay que dárselo.

Esto es falso. Como dice el refrán, «contra el vicio de pedir, la virtud de no dar». El mismo derecho tienes tú a denegar algo que tiene la otra persona a pedírtelo.

Si siempre respondes «sí» a «¿requiere acción?», tus listas nunca dejarán de ser kilométricas. Y tú serás la principal causa de ello.

Lo cierto es que muchas de las cosas que llegan a tu bandeja de entrada no requieren acción, al menos para ti. Puede que sí requieran acción desde el punto de vista de quién te lo pide, pero tú no tienes por qué estar de acuerdo.

Una pregunta que te puede ayudar es «¿qué es lo peor que podría pasar si no hago nada con esto?». Verás cómo puedes responder «no» mucho más a menudo de lo que lo haces.

Tener suficiente perspectiva

Lo siguiente es tener claro la contribución de lo que haces a lo que quieres conseguir.

Incluso en el caso de que algo requiera acción, ¿lo tienes que hacer realmente tú? ¿Requiere realmente acción ahora? ¿Qué es lo peor que puede ocurrir si lo hace otra persona o lo dejas para más adelante?

En el trabajo del conocimiento siempre hay más cosas por hacer que tiempo para hacerlas. Afortunadamente, no todo lo que haces genera la misma contribución de valor.

Eso te permite poder generar más valor haciendo menos cosas, siempre y cuando elijas bien qué haces y qué dejas sin hacer.

Tener claro cómo contribuye lo que haces —y cómo deja de contribuir lo que no haces— te ayudará a decidir mejor tus compromisos y a mantener un volumen realista de ellos.

Aplicar bien GTD®

Tu sistema GTD® es dinámico. Cada vez que aclaras tus bandejas de entrada, incorporas nuevos recordatorios a tus listas. Cada vez que ejecutas, completas acciones o proyectos que ya no vas a necesitar recordar en ellas.

Para que tus listas se mantengan dentro de la extensión adecuada es fundamental que apliques bien el paso Ejecutar, el paso peor entendido de GTD®.

También es fundamental que apliques correctamente el paso Reflexionar, es decir, que hagas regularmente tu Revisión Semanal.

Ejecutar y Reflexionar son los dos pilares esenciales de un sistema GTD® bien dimensionado. Si aplicas mal estos pasos, tus listas siempre tenderán a ser interminables.

Hay cosas nuevas que aparecen; otras que requerían acción ayer, pero hoy ya no la requieren; y el impacto relativo de hacer o no hacer las cosas también cambia constantemente (en función de lo nuevo que va entrando y de lo que se va haciendo).

Si no usas tu sistema ni lo revisas —es decir, si no Ejecutas ni Reflexionas—, GTD® deja de ser un mapa útil para orientarte y se convierte en un objeto decorativo o en un archivo.

Madurar tu pensamiento

Cuando a David Allen le preguntan «¿qué puedo hacer para que mis listas dejen de ser eternas?», su respuesta es: «Mature your thinking».

Esta respuesta significa tres cosas.

Por una parte, que si realmente tienes claro qué significan para ti las cosas cuando las aclaras; si realmente contestas de manera objetiva a la pregunta «¿requiere acción?»; y si realmente sabes cómo contribuye eso a la consecución de lo que es verdaderamente relevante para ti; con seguridad vas a decir «no» mucho más a menudo.

Por otra, que si realmente aplicas la metodología, vas a comprobar que GTD® te ayuda a elegir mejor que hacer —pero sobre todo, a elegir mejor que dejar sin hacer— en cada momento.

Por último, que si eres una persona madura, habrás asumido la realidad del mundo en el que te ha tocado vivir, un mundo en el que siempre hay más por hacer que tiempo para hacerlo —por lo que siempre quedan cosas sin hacer—.

El tiempo es el que es y tus capacidades son las que son, así que das para lo que das. Cuanto antes lo asimiles, más feliz serás.

Si dices «no» todo lo necesario, eliges mejor qué dejar sin hacer y asimilas que tienes el tiempo y las capacidades que tienes, te aseguro que la extensión de tus listas mejorará sustancialmente.

Conclusión

Mantener la extensión de tus listas bajo control es cuestión de dos cosas. Por una parte, entender y aplicar bien la metodología; por otra, practicarla mucho.

La práctica constante —asumiendo que aplicas bien GTD®— hará con seguridad que cada vez decidas mejor lo que realmente requiere acción —y contribuye—, diciendo «no» a todo lo demás.

También hará que revalúes regularmente el contenido de tus listas, eliminando lo que se va quedando sin hacer y hay que quitar, porque ya no tiene el mismo sentido hacerlo que cuando se añadió.

Por último, te ayudará a elegir sistemáticamente bien qué hacer en cada momento, pero sobre todo, te hará elegir cada vez mejor todo lo que hay que dejar sin hacer.

Porque —como decía el maestro Peter Drucker— establecer prioridades es fácil, todo el mundo puede hacerlo; lo difícil es establecer «posterioridades», es decir, decidir qué no hacer, y permanecer fieles a esa decisión.


domingo, 2 de febrero de 2020

Enlaces tóxicos: Cómo eliminarlos con SEMRush

Por: Carlos Carbellido Monzó

El posicionamiento SEO ( inglés Search Engine Optimization) es la estrategia de marketing digital que, a través de distintas técnicas, trabaja para lograr que Google rastree una web, la indexe y la posicione en función de las keywords que mejor definen el proyecto web.

Una de esas técnicas es el link building o generación de enlaces de calidad que apunten al site. Mucho se ha escrito sobre esta técnica, pero la realidad es que a día de hoy, sigue siendo clave para un óptimo posicionamiento SEO.

enlaces toxicos

¿Cómo saber si un enlaces es óptimo o tóxico?

En todo proyecto de posicionamiento web, en lo relativo al link building, es primordial saber lo siguiente:

  • ¿Cuántos enlaces apuntan la web? Es más conveniente pocos enlaces de muchos dominios que muchos enlaces de pocos dominios.
  • ¿Qué texto de anclaje se está utilizando (anchor text)? Lo ideal es una combinación de palabras genéricos (pinche aquí), anchor text de marca, vacíos, de palabra clave…
  • Si son follow o nofollow.
  • La IP de procedencia del enlace.
  • La autoridad de dominio del enlace (DA).
  • Si proceden de páginas relacionadas con tu temática.
  • Si provienen de sitios de confianza.
  • La ubicación del enlaces. ¡Olvídate de los enlaces en el footer de las páginas de tus cliente!
  • Si son “naturales” en el contexto en el que aparecen.

¿Cómo realizar una auditoria de los enlaces entrantes con SEMRush?

Para saber cuántos enlaces apuntan a una web y analizar la calidad de los mismos, recomiendo la herramienta SEO SEMRush. Para comprobarlo, regístrate ahora aquí y benefíciate de 15 días gratis.

Una vez hayas creado tu proyecto, accediendo a “Backlink Audit” podrás realizar una auditoria de la calidad de los enlaces o back links que apuntan tu web. ¡Si no has hecho malas prácticas seguro que tu web tiene un estado de salud estupendo!

auditoria backlinks
Ejemplo de auditoria de enlaces tóxicos de un proyecto con SEMRush.

¿Qué son los enlaces tóxicos?

Los enlaces tóxicos son aquellos que a Google le pueden parecer de mala calidad, SPAM o sospechosos. Por ejemplos, enlaces que proceden de páginas que no tienen nada que ver con nuestra temática.

Estos enlaces pueden haberse generado a través de malas prácticas SEO (Black hat SEO) como la compra de enlaces de forma masiva en portales de dudosa reputación, abuso del mismo texto de anclaje, muchos enlaces desde un mismo portal…


Los enlaces sí son buenos para el posicionamiento SEO, siempre y cuando sean de calidad.
Click To Tweet


Muchos veces estos enlaces se generan sin que seamos conscientes, y ninguna web está a salvo. Los motivos pueden ser diversos. Uno de ellos, la competencia. Sí, como lo lees, en ciertos sectores, donde la competitividad es alta, algunos SEOs apuestan por este tipo de estrategias Black Hat.

También es posible que quien haya trabajado el posicionamiento SEO anteriormente del proyecto que estamos auditando haya comprado enlaces de baja calidad en directorios irrelevantes; o que otras webs irrelevantes hayan incluido enlaces a tu site de forma orgánica sin tú pretenderlo.

¿Cómo afectan los enlaces tóxicos al SEO de una web?

Los enlaces tóxicos pueden afectar negativamente al posicionamiento SEO de tu web. Si Google los detecta puede penalizar y condenar a tu página al purgatorio.

¿Cómo identificar los enlaces tóxicos con SEMRush?

Para identificar los enlaces tóxicos existen diversas herramientas. Recomiendo SEMRush (15 días gratis). De todas las que he probado, ésta es la más completa, intuitiva y fácil de utilizar para un proyecto SEO.

Una vez nos hemos registrado y creado el proyecto, accedemos a “Backlink Audit” y ejecutamos la campaña (botón superior derecho) para conocer el nivel de toxicidad de los enlaces o linkbuilding de nuestra web.

Aquí encontraremos información de los backlinks de nuestro proyecto:

  • Dominios de referencia, backlinks analizados…
  • Porcentaje de enlaces tóxicos: enlaces tóxicos, potencialmente tóxicos y no tóxicos.
  • Tipos de anclajes: de marca, orgánicos, vacíos…

¿Cómo eliminar los backlinks tóxicos con SEMRush?

El segundo paso es la “Auditoria“. Se trata de revisar uno a uno los enlaces tóxicos y decidir si los desautorizamos, los eliminamos o los añadimos a la lista blanca – si no son tóxicos – .

Un enlace podemos desautorizar, eliminar o añadir a la lista blanca.

Vamos marcando uno a uno los enlaces que queremos desautorizar haciendo clic en “A desautorizar”. Es más conveniente que “Eliminar” dado que de esta forma lo que vamos a hacer es solicitar a Google que los ignore.

Una vez revisados todos, accedemos a la pestaña “Desautorizar” y seguimos los 3 pasos que se indicando:

  1. Hacemos clic en Importar enlaces desautorizados para comprobar si en Google Search Console con anterioridad se ha enviado algún archivo con enlaces a desautorizar.
  2. Hacemos clic en “Exportar” y automáticamente se generará el archivo .txt con todos los enlaces a desautorizar.
  3. Cargamos el archivo a la herramienta Disavow Links de Google Search Console. A continuación te explico cómo.

Eliminar enlaces en Google Search Console

Una vez generado el archivo .txt accedemos a través de Google Search Console a la herramienta de Desautorización de enlaces “Disavow-links. Seleccionamos el proyecto web que estamos trabajando, elegimos el archivo .txt que previamente hemos descargado en el PC y pulsamos a “Enviar”.

Después de cargar el archivo de desautorización, debemos esperar hasta 6 semanas antes de que Google considere el archivo.

Una vez enviado, recibiremos un email indicando que “Google ha registrado una actualización del archivo de desautorización.”

Archivo Desautorización Enlaces Toxicos

Es recomendable vigilar periódicamente los enlaces tóxicos con la herramienta SEMrush para comprobar que no se hayan generado nuevos.


Eliminar los enlaces tóxicos te ayudará a mejorar el SEO de tu página web.
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¿Habías revisado anteriormente los enlaces tóxicos de tu proyecto web? Esta tarea te ayudará a mejorar el posicionamiento SEO de tu web. Los resultados los verás al tiempo. ¡Ya me cuentas!

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